sábado, 28 de julio de 2012

Felicidad comerciable


No cabe la menor duda que el ser humano quiere ser feliz. La felicidad es un llamado que hace Dios a toda persona humana desde el momento en que fue creado, porque Dios que es el Bien Inmutable hizo al ser humano bueno, mutable y alcanzable de la Felicidad, porque de el no procede la felicidad sino de Dios mismo, por ello interpretamos que la felicidad agustiniana es proyectiva, pues para poseerla hay que atravesar por los estados de creación, caída y glorificación del hombre en la persona del Hijo de Dios que se hizo hombre para dignificar la naturaleza humana.
La felicidad agustiniana es proyectiva porque nos presenta un modelo, una propuesta para espiritualizar a la persona humana que consiste en estar unidos a Dios que es el Bien Supremo, que es la Felicidad misma, porque Él es quien la otorga y por eso debemos buscar. De este modo entonces, la persona humana alcanza la auténtica Felicidad.
A hora bien, buscar y alcanzar la felicidad en este mundo terreno debe llevar a la persona humana a ser más humano, es decir a tener una relación de bondad con el otro quien es su prójimo, pues de esta manera se agrada a Dios y se mantiene la unidad en Él que es el Sumo Bien, ello garantizara la actitud esperanzadora del ser humano en gozar de una Felicidad eterna en la ciudad celeste.
Finalmente queda demostrado que la felicidad si es comerciable tanto positivamente en la medida en que buscamos el bienestar del otro y de la persona humana misma, es decir con aquellos factores que la humanizan y la dignifican como persona; como negativa en la medida en que las relaciones humanas se convierten en relaciones económicas y materialistas pues deshumanizan y denigran de la persona humana.
Reflexión de Rafael Cantillo. 

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